No
es tarea simple establecer que es lo correcto para toda una población. Siempre
van a existir desacuerdos morales en cuanto al dilema de una muerte
premeditada. Hay que contemplar además la posibilidad de que en una sociedad
tan corrupta y con falta de valores como la de hoy día, algunas personas
podrían aprovecharse de una solución rápida para su muerte pronta, como lo es
la eutanasia. Algunos incluso recurrirían a ella para evitar los costosos
tratamientos que implican las enfermedades terminales de hoy día. Esta muerte
forzosa va en contra de muchísimos de los dogmas religiosos existentes, en
especial el católico. Este asume el suicidio como pecado y dentro de sus
creencias esta la aceptación de lo que Dios mande a la persona, así no sea lo
más conveniente.
Personalmente,
si estoy de acuerdo con la eutanasia pero no sólo en ciertos casos que aunque
suene terrible decirlo es casi indispensable. Muchas veces el paciente se
encuentra bajo un sufrimiento terrible, su estado de debilidad alcanza tales
niveles, que ya no soporta ni el tratamiento requerido. Su estado emocional
está totalmente deteriorado y la idea de vivir produce un dolor que va más allá
de lo físico. Hay pacientes que ni siquiera están conscientes o pueden
desarrollar actividades de sustento básico como alimentarse o hablar. Es una
situación terrible para ellos y además para sus respectivas familias y seres
queridos. Estos sufren junto con ellos y me atrevo a decir que a veces hasta
aún más, en el caso de los incontentes.
La
eutanasia sí es un tema controversial que alcanza niveles de rompimiento entre
lo moral y lo racional, pero es una situación que cada día es más accesible
para la humanidad y lo único que me resta por decir es: ¿qué haríamos cada uno
de nosotros si mañana fuéramos los enfermos? ¿Cuál sería la decisión a tomar?
Es un cuestionamiento difícil, pero vale la pena reflexionar sobre el.
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